¿Que puede enseñarte una enchilada acerca de estar completa?, por Dr. Dennis Merritt Jones
“Con frecuencia pensamos que lo que necesitamos es dinero, amistades y sanación física… Buscamos fragmentos cuando podemos tenerlo todo. El Universo es un todo perfecto, ilimitado, y la sanación puede lograrse sólo cuando uno se unifica con El. . . Busquemos la Totalidad por encima de todo lo demás.
– Ernest Holmes
Me encantan los momentos de enseñanza que me ayudan a acordarme de mi unidad con Dios, la Totalidad. Recuerdo la vez que fui a un restaurante mexicano donde ofrecían un platillo especial de “Noche de Enchiladas.” El menú incluía muchos tipos de enchiladas apetitosas, pero la que me llamó la atención fue la “Enchilada Completa.” Lo tenía todo excepto el proverbial lavabo de la cocina – no le faltaba nada.
Cuando la mesera (que me recordó a mi abuela Ester) empezó a tomar mi orden, le dije, “Quisiera la Enchilada Completa, por favor, pero ¿le podría quitar el cilantro, el pico de gallo y los chiles picantes? Eso no me gusta.”
Con una risita y un poco de suave ingenio irónico, dijo (y aquí voy a parafrasear), “Claro que se puede, cariño, pero entonces no vas a recibir la Enchilada Completa, verdad? No puedes simplemente escoger lo que te gusta y descartar lo que no, y todavía llamarlo Enchilada Completa.”
Mi maestra principal en ese momento se presentó ante mi en toda su gloria. Ese fue también el momento en que mi amor por la metáfora y los modismos brotó, presentándome un momento de enseñanza. La mayoría de nosotros buscamos la enchilada completa, una vida en la que no falta nada, menos las cosas que no nos gustan. Desafortunadamente, ese tipo de vida no está en el menú.
Es completamente imposible tener una vida donde no falta nada y al mismo tiempo no tener unos ingredientes desagradables agregados de paso. Esos ingredientes desagradables pueden aparecer en una gran variedad de formas, desde inconvenientes menores hasta condiciones mayores que alteran la vida.
El error que cometemos es que, con demasiada frecuencia, en lugar de aceptar “lo que es” (por ejemplo, la Enchilada Completa) y navegar espiritualmente sobre, debajo o alrededor, batallamos jalando y empujando lo que no nos gusta, lo cual a su vez sólo le da más poder sobre nosotros. Hay una gran sabiduría en el dicho, “Lo que se resiste, persiste.”
La totalidad (la plenitud) no sinifica tratar de empujar contra nada ni a través de nada; se trata de la transcendencia de “lo que es” que permitimos que eso nos defina y también defina nuestra experiencia. Quizá parte del problema es que no tenemos una evaluación precisa de lo que significa realmente vivir una vida completa. ¿Dónde está exactamente el punto de entrada al todo? La respuesta sólo puede estar en el momento presente, independientemente de como se vea.
AMAR LO QUE ES NO SIGNIFICA QUE TIENE QUE GUSTARTE
Yo soy amante de lo que es, no porque sea una persona espiritual, sino porque me duele reñir con la realidad.
– Byron Katie, “Loving What Is {“Amar Lo que Es”}”
Cada momento de la vida contiene algo valioso que abrazar, algo que vale amarlo – algo que nos une directamente con nuestra totalidad innata – si queremos hacer una pausa y quedarnos ahí lo suficiente para pasar de nuestro juicio del mismo. Es muy fácil dejar pasar (o evitar) lo que no nos produce placer o no satisface nuestras preferencias personales en el menú de la vida. Nuestra totalidad innata con frecuencia pasa inadvertida en el momento presente, entre las grietas a veces obscuras y las profundas endeduras de nuestra vida diaria, esperando ser descubierta.
Esto es verdad principalmente cuando estamos consumidos con buscar lo que está mal, mirando a lo que no nos gusta y, como dice la autor Byron Katie, riñendo con ello.
Hablando metafóricamente, eso es como tratar de eliminar los ingrediente principales que hacen la enchilada completa, bueno… completa.
Muchos de nosotros hemos confundido la plenitud (totalidad) con ser un punto al que llegaremos un día cuando todo sea perfecto, un lugar en el espacio y en el tiempo donde no haya conflictos ni problemas, ni dolor ni enfermedad, y sin noches obscuras del alma – ese punto de llegada glorioso donde no hay sino una plétora de paz, amor, luz, cielos azules y luces verdes. ¿A quién no le gustaría vivir en esa utopía?
Al madurar espiritual y emocionalmente, nuestra visión de una vida que vale la pena vivir, evoluciona, e intuitivamente sabemos que esa plenitud significa algo completamente diferente. Mientras caminemos en el planeta, estaremos sujetos al espectro completo – a las altas y bajas, a la luz y la obscuridad de la condición humana. El deseo de escoger y elegir los momentos preferidos y descartar o evitar esos momentos que no nos gustan es simplemente natural. Es deseo de escoger y elegir es un rasgo completamente humano porque todos estamos programados para buscar el placer y evitar el dolor.
Tal vez confundimos vivir una vida completa, donde no falta nada, con una vida de plenitud. Una vida de plenitud no es evitar las experiencias desagradables o indeseables. Es cosa de perspectiva y de elegir sabiamente aquello que permitimos (o no) definirnos. En otras palabras, la plenitud no es una condición sino un estado de ser que nos eleva por encima y más allá de cualquier circunstancia.
EL CASO ESPIRITUAL DE LA PLENITUD
Hay eso dentro de cada individuo que participa de la naturaleza de la Plenitud Universal y – en la medida en que opera – es Dios.
Somos tan Uno con el Todo que lo que es verdad acerca de El, también es verdad acerca de nosotros.
– ERNEST HOLMES
Como lo indica Holmes, el mero hecho de que somos uno con el Todo Universal hace de cada uno de nosotros un microcosmos divino dentro del macrocosmos divino. Lo que es verdad acerca del Todo debe ser verdad acerca de sus partes. En otras palabras, la totalidad es un aspecto innato de nuestro ser. No podemos ganarlo ni puede ser comprado – tiene que ser reconocido y reclamado.
A lo largo de mis muchos años de ministerio, algunas personas a las que llegué a considerar como las más completas también fueron las que parecían (ante el ojo crítico) como las más desafortunadas o desfavorecidas entre nosotros. Algunos de esos individuos estaban lidiando con alguna enfermedad física, y varios tenían enfermedades potencialmente mortales, o alguna condición contínua que los incapacitaba físicamente.
Y aún así, pudieron llegar a un lugar en su conciencia donde se vieron (lo cual era todo lo que importaba) como perfectos, íntegros y completos. ¿Por qué? Porque a pesar de su “condición” esas personas comprendieron su unidad con el Todo y, como resultado, se rehusaron a ser definidos por una condición.
Ellos entendieron que su plenitud venía de un profundo recuerdo de quienes ya eran – una perfecta individualización del Todo perfecto. Lo que recibí de ellos fue un entendimiento profundizado de que si Dios no es definido por una condición humana, tampoco debemos serlo nosotros.
En su libro clásico, “The Sacred Continuum” (“La Ininterrupción Sagrada”) mi colega y buena amiga, Stephanie Sorenson, aclara aún más este punto: “Reconocemos que cada forma – desde la unidad cuántica más pequeña hasta la estructura universal más grande – está engendrada dentro de la Totalidad del Espíritu, y que a pesar de todas las apariencias y detrás de imágenes tales como la enfermedad y la anormalidad, habita la Perfección Espiritual. Tal reconocimiento le revela a nuestra conciencia un estado de ser perfecto para nosotros y para los demás.”
Yo estoy de acuerdo con el término de Sorensen, “la Totalidad del Espíritu” porque implica que, espiritualmente hablando, no hay nada que requiera que se nos corrija, se nos agregue o se nos quite para hacernos completos y plenos. Venimos del fabricante totalmente equipados. Lo único que se necesita “curar” es nuestra creencia de que no es así.
La libertad de vivir una vida de plenitud se encuentra ante nosotros cada momento de cada día porque esa plenitud primero habita dentro de nosotros. Pero una vida de plenitud puede requerir reestructurar el momento – en vez de negar, excluir o evitar – y encontrar un nuevo significado en cada preciosa respiración que tomamos.
Por esta razón, es de gran importancia que permanezcamos vigilantes y trabajemos conscientemente para no ser seducidos por las apariencias, como dice Juan (7:24) “Deja de juzgar por las apariencias exteriores; en su lugar juzga con juicio justo.”
La actualización del “juicio justo” (uso correcto del discernimiento) significa mirar – con convicción, fe y respeto – las condiciones pasadas más allá de lo que el ojo crítico reporta erróneamente como hecho, y afirmar lo que el corazón sagrado interiormente ya sabe: Dios es, yo soy, y así es.
Conclusión: La libertad de ser completo significa aprender a vernos a nosotros mismos a través de ojos sin prejuicios, permitiéndonos amar la totalidad de quienes somos como somos – verrugas, arrugas y todo (como la Enchilada Completa) – en lugar de juzgar sólo las partes que nos agradan. Abrazar las partes de nosotros mismos que no nos gustan particularmente es una gran demanda. Amarnos a nosotros mismos de una manera tan inclusiva requiere valor y una profundidad de conciencia que trasciende nuestro apego al mundo de los cinco sentidos, donde el juicio reina supremo.
La plenitud auténtica requiere una profundidad de amor para nosotros mismos que sólo puede ascender desde dentro, del Dios dentro de nuestro ser. Nunca actualizaremos la libertad de ser completos si esperamos obtener del mundo exterior permiso, validación o acuerdo, y especialmente su amor.
En las inefables palabras de Rumi, el poeta persa, místico sufi y teólogo del siglo 13, “Tu tarea no es buscar el amor, sino solamente buscar y encontrar todas las barreras dentro de ti que has construido contra él.”
Yo creo que a Rumi le habría gustado la Enchilada Completa. ¿Y a ti?
Traducción: Rev. Martha Topel
Redondo Beach, CA CSL