A Veces Tienes que Sentir el Dolor, por Tama Kieves
VIVE SALUDABLEMENTE
CONFIA EN TI MISMO
La vida es el arte de enfrentar lo que no quieres mientras estás creando lo que sí quieres. El momento en que persigues la mariposa del deseo, es probable que pases por alguna frustración o decepción. Tal es la naturaleza de la transición. Pasas por territorio incómodo en tu camino a la expansión. Y la forma en que manejes el dolor va a determinar tu éxito y tu gozo.
Hace años, descubrí una forma valiente y profunda de tratar conmigo misma cuando tengo algún sufrimiento. No tiene nada que ver con el tequila, el Percocet o la compra excesiva de joyería de circonio. Tampoco descarta nada.
Se me había disparado un episodio desagradable de auto comparación. Mis inseguridades giraban furiosas. “¡No es justo!,” gritaba parte de mi ser una y otra vez. Me deslicé en una caótica sensación de haber sido privada de algo a lo que tenía derecho.
Digamos sólo que ya he estado allí antes. Siempre es el mismo disco rayado: “Nunca voy a llegar a donde quiero estar.” Todos esos años de terapia, práctica espiritual y aún de entrenar a otros no me protegen de esta vulnerabilidad – lo cual, realmente, realmente me hace querer que se me devuelva mi dinero.
Sí, este sufrimiento es opcional. Se siente, no obstante, como si mi dolor es el único platillo en el menú – el único menú de la única cena. Es definitivamente lo único que hay para cenar.
A veces te puedes encontrar allí. Te duele, sí. Sabes que te estás haciendo infeliz por lo que estás pensando, pero estás muy lejos de encontrar eso útil. Sólo quieres un helicóptero para salir de tu desesperación.
Buscando, Sin Encontrar
Irónicamente, estaba yo en un hermoso centro de retiros cuando esto sucedió. Sí, la vida sí tiene sentido del humor. Estaban dando talleres de meditación y de sanación. Me detuve ante un estanque con lirios acuáticos. Algunas personas caminaban descalzas a mi alrededor meditando, sonriendo con serenidad. Yo quería hacerlos tropezar al pasar. Yo no estaba bien, te digo.
“Sana mi mente,” le pedía a cualquier dios que me escuchara. “Quítame estos pensamientos.” Pronuncié las palabras, rogando y exigiendo. Golpeé el suelo fuertemente con mi pie, como princesa invocando los poderes de los cielos como si fueran sirvientas desobedientes. No pasó nada. Evidentemente, en medio de ese dolor ni siquiera podía orar correctamente.
“Trata de enfocarte en algo positivo,” pensé. Casi es vergonzoso todo lo bueno que hay en mi vida y cómo, en lugar de apreciarlo, elijo acostarme en una cama de clavos oxidados. Darme cuenta de esto me hizo sentir peor. “Hay niños muriendo de hambre en Africa, y probablemente están cantando,” dijo mi crítico interior.
Estaba segura de que estaba arruinando mi “vibración.” Podía ver a los físicos cuánticos mover sus cabezas, murmurando, “Como si no hubiera visto ‘El Secreto’.” Estaba segura de estar creando un campo de fuerza negativa, que es como una tarjeta de presentación que atrae — no, que suplica — que la energía de la mala vida del universo me encuentre porque, obviamente, yo la estaba atrayendo. Después de esto, sentía aun más dolor porque me sentía mal conmigo misma por tener dolor.
Siente el Dolor
Esa noche, hablé con Nancy, una sanadora practicante. Más que eso, es una sanadora por la forma en que me miró. Su cara estaba abierta como una ventana en primavera, y sus ojos lo han visto todo. Y aún, me veía con ardiente interés. Sentí que el aire se aquietaba a su alrededor. Estoy segura que estaba encantando las moléculas en el espacio sagrado. Le pregunté como lidiar con el dolor interno.
Tenía la esperanza de que me diera alguna mantra en sanskrito o alguna revelación para hacerlo desaparecer instantáneamente. Esperaba que tuviera algún talismán dentro de su manga.
Esperaba que me dijera algo para sanar mi ego herido, aterrado; quizá algo como, “Obviamente eres una estrella brillante que merece ser tratada mejor.” O aún mejor, “Mira, déjame usar mi varita mágica. Y no te preocupes — sólo a ti, no te cobraré mi honorario.” O en el peor de los casos, pero aún aceptable, esperaba que dijera, “Conozco a una mujer que te puede decir qué madre, en qué vida pasada te hizo esto. Conozco un gurú, un especialista en lobotomía, alguien poderoso. Yo te pongo en contacto.”
Pero no dijo nada de eso. Dijo algo que no esperaba. Cuando le pregunté, “¿Qué puedo hacer?,” dijo con calma, “Creo que no hay nada que hacer sino sentir el dolor.”
Creo que no hay nada que hacer sino sentir el dolor. Estas palabras detuvieron el tiempo. Parte de mi quería decir, “¿Qué?” Pero la parte sabia en mi, la que instantáneamente reconoce la verdad, quería soltar una risita y tirarle “jelly beans” (dulces) a sus pies. Esa parte comprendió y aplaudió.
“Siente el dolor,” dijo, y lo hizo con la bondad de mil años, como agua que ha amado una roca irregular y la ha pulido hasta dejarla lisa y brillante. Sentí que reconoció mi dolor, y yo lo reconocí — reconocí que está bien sentir el dolor.
No necesitaba negarlo, o repudiarlo, o barrerlo, o lavar su sombra. El momento en que dijo, “Siente el dolor,” yo sentí como si las penas quebrantadas de todo el mundo aparecieran frente a mi — los corazones desnudos de todos, en todas partes, de los que han sentido miedo.
Esto es lo que sus palabras me susurraron: Deja de correr y aléjate de la lluvia. Envuelve a tu pequeña niña en una manta de lana caliente. Toma un plato de sopa. Perdona a tu ego, tu parte asustada por su rudo ataque verbal — por exigir la luna como prueba de ser amada, por necesitar cosas para ser diferente, por sentirte ofendida porque el viento sopló en cierta dirección. Quítate esos zapatos apretados. Has estado huyendo de tu verdad por tanto tiempo que debes estar agotada. Ven, refresca tus pies en aceite de lavanda.
El momento en que Nancy dijo, “Siente el dolor,” ya no me sentí sola ni separada de mi vida. Sentí como si pudiera quedarme en ese momento exactamente, en ese estado mental exactamente. Sentí como si me pidiera a mi misma que dejara al Genio Divino, al amante eterno del momento presente, adentrarse de nuevo en mi corazón. Sentí como si me recordara mi naturaleza real, una presencia tan hermosa y vasta, que podría sentarme con cualquier clase de dolor, frustración, ira, traición, y aceptar toda avispa, araña e insecto en el jardín.
El amor no me estaba pidiendo que cambiara o me mejorara. Me pedía que me permitiera experimentar la medicina y el mensaje del momento.
Confía en que Sabes
De repente me di cuenta de que no necesitaba que el Espíritu se llevara mi dolor. Sólo quería que el Espíritu me acompañara mientras sentía el dolor. Necesitaba sentarme con esta parte de mi ser. Necesitaba oír su historia — no para componerla, empujarla o tratar de cambiar las circunstancias que la causaron. Sólo necesitaba sentarme con esa parte asustada de mi misma. Necesitaba ser oida.
Esto es misericordia. Esto es maitri, una práctica budista de bondad amorosa. Con aceptación y amor, sabía que el veneno pasaría. Esta parte asustada de mi misma sabría cómo seguir adelante desde este punto.
En el pasado he visualizado la Presencia de Amor aquí a mi lado. Es el Espíritu Santo, Jesús, Buda, Alá, el Shekinah, o espíritu de los árboles, del mar y la hierba.
El Amor poderoso está a mi lado, detrás de mi, frente a mi, arriba y abajo de mi. El Amor poderoso puede presenciarlo y contenerlo todo. El Amor poderoso puede absorber el aguijón. El Amor poderoso no quiere ser nada más.
Al final, el dolor me abrió el corazón para mi misma. Siempre es así. Siento el amor del Infinito cuando siento mi propio amor. Siento el amor cuando dejo de huir de cualquier parte de mi o de alguna experiencia. Estoy dispuesta a sentir mi pena. Estoy dispuesta a sentir mi amor. Estoy dispuesta sentir mi vida.
No soy débil ni limitada por sentir el dolor. Esta vida no es permanente, y cambia, y exige mucho de todos nosotros. Mi espíritu permanece invulnerable, es decir, me siento segura siendo vulnerable. No es el dolor lo que me hace sentir aislada y asustada — es mi resistencia al dolor lo que cierra mi corazón hacia mi misma y hacia mi experiencia.
Yo te invito a sentarte contigo mismo en medio de un sentimiento que sea incómodo y produzca auto compasión. Mereces esta gracia.
Siente el dolor. Espero que puedas oirme susurrarte esto con la sabiduría de todos los tiempos en mi voz, la ferocidad y gentileza que se envuelven a tu alrededor.
Tengo fe en tu habilidad de sanarte tú mismo. Tengo fe en todos.
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Traducción – Rev. Martha Topel
CSL Redondo Beach, CA