Amor es la respuesta – Religion Cosmica – Mayo 2017
RELIGION COSMICA
Este artículo apareció en The New York Times y fue publicado en 1930 por la compañía The New York Times Company. Fue impreso nuevamente en la edición de la revista Ciencia de la Mente de Enero 1971 con permiso de The New York Times Company y del Patrimonio de Albert Eisnstein.
Nota en la publicación original: Albert Einstein, uno de los más grandes intelectos de todos los tiempos, cree que la función importante del arte y la ciencia es despertar y mantener viva la experiencia cósmica religiosa.
Todo lo que los hombres hacen o piensan tiene que ver con la satisfacción de las necesidades que tienen o con el escape del dolor. Esto debe tenerse en mente cuando queremos comprender los movimientos espirituales o intelectuales y la forma en que se desarrollan. Porque el sentimiento y el anhelo son la fuerza motriz de todo esfuerzo y productividad humanos – no importa qué tan nobles se nos muestren más tarde.
¿Cuáles son entonces los sentimientos y las necesidades que han traído a la humanidad al pensamiento religioso y a la fe en su sentido más amplio? Un momento de reflexión muestra que las emociones más variadas aparecen en la cuna del pensamiento y experiencia religiosos.
En la gente primitiva es, primero que todo, el miedo que las ideas religiosas despiertan — miedo al hambre, a los animales salvajes, a la enfermedad y a la muerte. Debido a que el entendimiento de conexiones causales por lo general es limitado en este nivel de existencia, el alma humana inventa un ser más o menos como el hombre mismo, de cuya voluntad y actividades dependen las experiencias que teme. Se espera ganar el favor de este ser por medio de obras y sacrificios los cuales, de acuerdo con la tradición de la raza, se supone que van a apaciguar al ser o a hacer que tenga una mejor disposición hacia el hombre. A esto yo le llamo la religión del miedo.
Esta religión está considerablemente estabilizada — aunque no causada — por la formación de una casta sacerdotal que afirma intermediar entre la gente y el ser al que temen, y es así como obtienen una posición de poder. Con frecuencia un líder o déspota, o una clase privilegiada cuyo poder se mantiene en otras formas, combina la función del sacerdocio con su propio dominio temporal con el propósito de tener mayor seguridad; o puede existir una alianza entre los intereses del poder político y la casta sacerdotal.
Una segunda fuente de desarrollo religioso se encuentra en los sentimientos sociales. Los padres y las madres, al igual que los líderes de las grandes comunidades humanas hacen errores y son mortales. El anhelo de guía, de amor y de ayuda proporciona el estímulo para el crecimiento de una concepción moral o social de Dios. Este es el Dios de la Providencia que protege, decide, premia y castiga. Este es el Dios que, de acuerdo con el horizonte expansivo del hombre, ama y provee lo necesario para la vida de la raza o de la humanidad, o el que hasta ama la vida él mismo. El es el que consuela en la infelicidad y en el anhelo insatisfecho, el protector de las almas de los muertos. Esta es la idea social o moral de Dios.
Es fácil seguir, en las escrituras sagradas de los Judíos, la evolución de la religión del miedo a la religión moral, que se desarrolla más en el Nuevo Testamento. Las religiones de todos los pueblos civilizados, especialmente los del oriente, son principalmente religiones morales.
Un avance importante en la vida de la gente es la transformación de la religión del miedo a la religión moral. Pero uno debe evitar el prejuicio que concierne a las religiones de los pueblos primitivos como religiones del miedo puramente y las de las razas civilizadas como religiones morales puramente. Todas son formas mixtas, aunque el elemento moral predomina en los niveles más elevados de la vida social. Lo común a todos estos tipos es el carácter antropomórfico de la idea de Dios.
Sólo las personas excepcionalmente talentosas o las comunidades especialmente nobles se elevan esencialmente por encima de este nivel; en estas se encuentra un tercer nivel de experiencia religiosa, aún cuando rara vez se encuentra en forma pura.
Yo voy a llamarlo sentido cósmico religioso. Este es difícil de aclararlo a aquellos que no tienen esa experiencia pues no se refiere a una idea antropomórfica de Dios; el individuo siente la vanidad de los deseos y objetivos humanos, y la nobleza y el orden maravilloso que se revelan en la naturaleza y en el mundo el pensamiento.
El percibe el destino individual como prisión y busca la experiencia de la totalidad de la existencia como una unidad llena de significado. Las indicaciones de este sentido cósmico religioso se pueden encontrar aún en niveles más antiguos de desarrollo — por ejemplo, en los Salmos de David y en los Profetas. El elemento cósmico es mucho más fuerte en el Budismo como, en lo particular, nos lo muestran los magníficos ensayos de Schopenhauer.
EL PERCIBE EL DESTINO INDIVIDUAL COMO PRISION Y BUSCA EXPERIMENTAR LA TOTALIDAD DE LA EXISTENCIA COMO UNA UNIDAD LLENA DE SIGNIFICADO.
– ALBERT EINSTEIN
Los genios religiosos de todos los tiempos se han distinguido por este sentido religioso cósmico, el cual no reconoce ni dogmas ni al dios hecho a la imagen del hombre. Consecuentemente, no puede haber una iglesia cuyas doctrinas principales se basen en la experiencia religiosa cósmica. Sucede, por lo tanto, que precisamente entre los herejes de todas las épocas encontramos hombres que fueron inspirados por esta experiencia religiosa de mayor altura; a sus contemporáneos con frecuencia aparecieron como ateos, pero algunas veces también como santos. Vistos desde este ángulo, hombres como Demócrates, Francisco de Asís y Spinosa se parecen uno al otro.
¿Cómo puede comunicar esta experiencia religiosa cósmica un hombre a otro, si no puede conducir a una concepción definida de Dios o a la teología? A mi me parece que la función más importante del arte y la ciencia es despertar y mantener vivo este sentimiento en aquellos que sean receptivos.
Por lo tanto llegamos a una interpretación de la relación de la ciencia a la religión que es muy diferente del punto de vista acostumbrado. Del estudio de la historia, uno se inclina a referirse a la religión y a la ciencia como antagonistas irreconciliables, y esto es por una razón que es fácil de ver. Para cualquiera que esté impregnado del sentido de la ley causal en todo lo que sucede, que acepte completa y sinceramente la suposición de la causalidad, la idea de un Ser que interfiera con la secuencia de los acontecimientos en el mundo es absolutamente imposible.
Ni la religión del miedo ni la religión social-moral pueden tener ningún poder sobre él. Un dios que premia y castiga es impensable para él porque el hombre actúa de acuerdo con una necesidad interna y externa y — a los ojos de Dios — sería tan poco responsable por las acciones que ejecute como lo es un objeto inanimado.
La ciencia, en consecuencia, ha sido acusada — pero erróneamente — de debilitar la moral. La conducta ética del hombre está más bien basada en la benevolencia, la educación y las relaciones sociales, y no requiere el apoyo de la religión. La situación del hombre sería verdaderamente triste si tuviera que mantenerse en orden por medio del miedo al castigo o la esperanza de obtener premios después de la muerte.
PERO POR OTRA PARTE, AFIRMO QUE LA EXPERIENCIA RELIGIOSA COSMICA ES LA FUERZA MOTRIZ MAS FUERTE Y NOBLE DETRAS DE LA INVESTIGACION CIENTIFiCA.
– ALBERT EINSTEIN
Por lo tanto, es completamente natural que las iglesias hayan luchado contra la ciencia y hayan perseguido a los que la apoyan. Pero, por otra parte, afirmo que la experiencia religiosa cósmica es la fuerza motriz más fuerte y noble detrás de la investigación científica.
Nadie que no aprecie los tremendos esfuerzos — y sobre todo, la devoción sin la cual no pueden manifestarse las creaciones pioneras en el pensamiento científico — podría juzgar la fuerza del sentimiento. Sólo de este sentimiento tal trabajo puede crecer aunque ese trabajo sea rechazado, como lo es, en la vida práctica inmediata.
¡Qué fe tan profunda en la racionalidad de la estructura del mundo, y qué anhelo de entender aún un pequeño vislumbre de la razón revelada en el mundo deben haber tenido Kepler y Newton para poder desenredar el mecanismo de los cielos, en largos años de trabajo solitario!
Cualquiera que sólo conozca la investigación científica en sus aplicaciones prácticas puede fácilmente llegar a la interpretación errónea del estado de la mente de los hombres que, rodeados de contemporáneos escépticos, han mostrado el camino a los espíritus afines diseminados por todos los países en todos los siglos. Sólo aquellos que han dedicado sus vidas a trabajos similares puede tener un concepto viviente de la inspiración que dio a estos hombres el poder de permanecer fieles a su propósito a pesar de incontables fracasos. Es el sentido religioso cósmico lo que concede este poder.
Un contemporáneo ha dicho con toda razón que sólo los hombres profundamente religiosos de nuestra era, en gran parte materialista, son los hombres más serios de la investigación.